Revista de Ciencias Tecnológicas (RECIT). Volumen 8 (1): e387.
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ISSN: 2594-1925
1. Introducción
Históricamente el límite de los edificios los ha
marcado el muro, lo más alto y ancho posible
para darle seguridad a sus habitantes negando la
relación con la ciudad que se dejaba únicamente
a la puerta. Salmona rompe esa tradición y
reconoce al peatón como usuario de sus
proyectos, así no ingrese al edificio y sin
importar la función que tengan: pueden ser
archivos, colegios, bibliotecas o conjuntos de
vivienda. Siempre se busca ampliar el espacio
público de la ciudad sin interferir en el
funcionamiento del edificio; como lo reconoce
Germán Téllez al escribir sobre las Torres del
Parque: A través de ella, el ciudadano, el peatón,
sigue siendo dueño de la vista hacia los cerros y
los árboles, se le devuelve el goce de la
circulación por declives y escalinatas [1].
Una vez se identifiquen las herramientas de
diseño que usa Salmona para generar más
espacio público en sus proyectos, estas se
podrían replicar por todo el territorio y con ello
lograr una ciudad más amable con el peatón y por
extensión más segura para el usuario de los
edificios.
El artículo empieza por una descripción y análisis
formal y de relaciones entre los componentes del
edificio que se relacionan con la calle: el
cerramiento, el manejo de la esquina, la
localización del edificio al interior del predio, la
relación con las vías y las cubiertas recorribles
para luego afrontar el problema central que es la
relación del interior y el exterior en la obra de
Salmona. Se presentan los resultados de ese
análisis y se abren los temas de discusión, por
ejemplo, la privacidad al interior del conjunto de
vivienda y por último se exponen las
conclusiones.
Para Salmona lo más importante es la ciudad y
cómo se relaciona la gente con ella; por lo tanto
las edificaciones deben permitir que esa relación
exista y la forma que mejor emplea el arquitecto
son los espacios de transición, en los cuales
desarrolla herramientas de diseño como el
cambio de niveles, la mezcla de texturas y
colores de materiales, el uso de árboles o plantas
y espejos de agua entre otros, permitiendo que la
ciudad no se convierta en una secuencia de
guetos de los que el peatón solo percibe un muro
cerrado o en el mejor de los casos una reja que
admite una relación visual pero nunca física con
el interior.
De esta manera el perímetro real del edificio no
coincide con el muro en el que se ubica la puerta
de acceso, de hecho, no podemos hablar de un
punto exacto en el que se considere que el usuario
ha ingresado al edificio; esto se logra con el
manejo que realiza Salmona de las obras
exteriores que se convierten en el espacio
indefinido en el que el peatón deja de estar en la
calle, pero aún no se encuentra al interior del
inmueble.
Algunas de las críticas a este ejercicio de diseño
se centran en la seguridad de los edificios, o más
bien en la falta de la misma que supuestamente
se presenta al permitir el recorrido peatonal a
través de los predios, lo que no es cierto, porque
al permitir los recorridos y usos del espacio se
genera una ciudad más segura con el simple
hecho de pasar el servicio de seguridad de una
reja en el perímetro del predio a la puerta de
entrada al edificio, por ejemplo en el conjunto El
Polo: El espacio público entendido como una
prolongación o penetración al predio del
conjunto residencial del ámbito de las calles y el
barrio circundante [2].
La ausencia de cerramiento de ninguna manera
implica que el proyecto no se pueda conformar la
manzana, por ejemplo, en el centro histórico de
Bogotá que es una pieza urbana constituida
principalmente por viviendas de carácter
colonial, donde los andenes son de mínimo ancho
y apenas permiten la circulación del peatón
Rogelio Salmona plantea el Centro Cultural
Gabriel García Márquez; respetando la tipología