1. Introducción
La demanda energética mundial depende
actualmente en gran medida de los combustibles
fósiles (petróleo, carbón y gas natural). La
extracción y el consumo de estos combustibles
tienen un impacto negativo en el medio
ambiente, provocando un aumento en las
emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI)
[1-3].
El crecimiento económico mundial está
directamente relacionado con la demanda y el
consumo de energía. Actualmente se tiene un
desabasto de energía a nivel mundial evidenciado
especialmente en términos de transporte,
industria y hogar. Por estas y otras razones,
investigadores de todas las naciones preocupados
por el abastecimiento de combustibles y la
sostenibilidad del planeta, han dedicado
esfuerzos al estudio de Nuevas Fuentes de
Energía Renovable (NFER). Las energías eólica,
geotérmica, hidráulica y solar son Fuentes de
Energía Renovable (FER) ubicadas en zonas con
alto potencial de implementación.
Las zonas geográficas para la instalación y
producción de FER deben tener condiciones
climáticas favorables para su desarrollo y de esta
forma garantizar el suministro de energía actual
y futura [4-6]. La preocupación por la crisis
energética, los cambios ambientales y la
dependencia de las FER de las condiciones
climáticas de las zonas de ubicación han traído al
foco de atención internacional las NFER. Una de
las tecnologías más recientes planteadas en Foros
Internacionales son las celdas de combustible
microbianas (CCM) [7-9].
Las CCM son dispositivos que convierten la
energía química de un sustrato en energía
eléctrica debido a la acción biocatalizadora de
microorganismos. Esta nueva tecnología
proporciona energía, con perspectivas de
desarrollo y se considera amigable con el medio
ambiente [10]. De manera general una CCM, es
un biorreactor electroquímico, también conocido
como biobatería o biopila. Una batería es un
reactor electroquímico (celda galvánica) donde a
partir de reacciones químicas espontáneas se
produce energía eléctrica. La celda galvánica es
un sistema electroquímico que consta de un par
de reacciones químicas, conocido como
reacciones REDOX. En el par redox, un agente
reductor es capaz de perder electrones y producir
una especie oxidada. Los electrones son tomados
por un agente oxidante y se obtiene una especie
reducida. Ambas reacciones deben ocurrir
simultáneamente. El flujo de electrones que
ocurre de una especie a otra da lugar a una
corriente eléctrica que puede ser aprovechada
[11, 12].
En el caso de las CCM los microorganismos son
los principales responsables de ceder los
electrones al sistema electroquímico mientras
otra especie química los toma para asegurar la
reacción complementaria del par redox. Para que
ocurra la transferencia de electrones se necesita
que las especies donadora y receptora estén en
contacto con un material conductor, llamado
electrodo. El electrodo que capta los electrones
desde el donador es conocido como ánodo. Los
electrones viajan a través de cables conductores
mediante un circuito externo y llegan al electrodo
que los recibe, conocido como cátodo [13, 14].
Los electrones cedidos por los microorganismos
son obtenidos a partir de los procesos
metabólicos de estos, específicamente la
oxidación de un sustrato. Se han detallado el uso
de numerosos sustratos empleados en CCM
como sustratos convencionales [15], aguas
residuales [16, 17], lodos activados o anaerobios
[18, 19] o cualquier otro tipo de materia orgánica.
La materia orgánica es considerada como un
componente importante en la fertilidad de los
suelos por su aporte de minerales y nutrientes en
suelos. Estos componentes aportan energía a los